Hay tantas cosas que anhelamos en la vida, pero muchas veces son difíciles de obtener, no porque no queremos o porque no tenemos las ganas. Simplemente, no depende de nosotras, sino de las circunstancias que nos rodean.
La desesperación invade nuestros corazones cuando no obtenemos algo que tanto anhelamos y eso nos desanima tanto que no tenemos deseos de seguir adelante. Si te sientes así, no te preocupes, hubo una mujer que pasó por lo mismo que tú; ella también estuvo desesperada.
Ana quería tener un hijo, pero era estéril. A pesar de que su esposo la amaba mucho, no era suficiente para que ella lograra alcanzar una felicidad plena, ella quería un hijo y ahí recién su dicha estaría completa.
En ese entonces se veía mal que una mujer no tenga hijos, era algo deshonroso, por lo que Ana sufrió de burlas y mofas.
Ella estuvo devastada y desesperada, pero hizo algo, se fue a orar a Dios y le hizo una promesa.
«Ana, con una profunda angustia, lloraba amargamente mientras oraba al Señor e hizo el siguiente voto: «Oh Señor de los Ejércitos Celestiales, si miras mi dolor y contestas mi oración y me das un hijo, entonces te lo devolveré. Él será tuyo durante toda su vida, y como señal de que fue dedicado al Señor, nunca se le cortará el cabello»»
1 Samuel 1:10-11 (NTV)