Hay tantas cosas que anhelamos en la vida, pero muchas veces son difíciles de obtener, no porque no queremos o porque no tenemos las ganas. Simplemente, no depende de nosotras, sino de las circunstancias que nos rodean.

La desesperación invade nuestros corazones cuando no obtenemos algo que tanto anhelamos y eso nos desanima tanto que no tenemos deseos de seguir adelante. Si te sientes así, no te preocupes, hubo una mujer que pasó por lo mismo que tú; ella también estuvo desesperada.

Ana quería tener un hijo, pero era estéril. A pesar de que su esposo la amaba mucho, no era suficiente para que ella lograra alcanzar una felicidad plena, ella quería un hijo y ahí recién su dicha estaría completa.

En ese entonces se veía mal que una mujer no tenga hijos, era algo deshonroso, por lo que Ana sufrió de burlas y mofas.

Ella estuvo devastada y desesperada, pero hizo algo, se fue a orar a Dios y le hizo una promesa.

«Ana, con una profunda angustia, lloraba amargamente mientras oraba al Señor e hizo el siguiente voto: «Oh Señor de los Ejércitos Celestiales, si miras mi dolor y contestas mi oración y me das un hijo, entonces te lo devolveré. Él será tuyo durante toda su vida, y como señal de que fue dedicado al Señor, nunca se le cortará el cabello»»

1 Samuel 1:10-11 (NTV)

Ella le pidió un hijo a Dios, pero con una condición: que su hijo serviría a la obra del Señor. Y eso ocurrió. Samuel, su hijo, se convirtió en uno de los profetas más conocidos de ese tiempo y del nuestro también.

Ana hizo una promesa estando desesperada, mas no hizo una promesa desesperada lo cual es muy diferente. Ella acudió con fe a Dios sabiendo que su oración y voto cumpliría una vez que lo tenga en sus manos, pero cuando precipitadamente prometes algo, puede llevarte a después no cumplir tu promesa.

Tú también, si tienes un sueño hazlo prometiendo a Dios que lo usarás para gloria suya y no como un capricho tuyo.

Promete con fe, confiando en que vas a cumplir lo que has dicho y también en que Dios te concederá ese anhelo en tu corazón.

Te recomendamos leer el libro «Confesiones de una una mujer desesperada» de Rebeca Segebre.

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